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21 de noviembre
Como docente de Derecho, ¿me corresponde enseñar a escribir textos jurídicos a mis estudiantes?

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La profesora Juana Jorge, se desempeña como docente em la Escuela de Derecho. El título de su ensayo es "Como docente de Derecho, ¿me corresponde enseñar a escribir textos jurídicos a mis estudiantes?" El mismo se redactó a partir del curso taller realizado a los docentes de la escuela, con la temática: Estrategias para la enseñanza de la producción escrita. Este ensayo se escribió siguiendo las fases del proceso de escritura, por lo que la profesora presentó varios borradores los cuales fueron revisados por sus compañeros y la facilitadora del curso taller.


Como docente de Derecho, ¿me corresponde enseñar a escribir textos jurídicos a mis estudiantes?

Autora: Juana Jorge


La responsabilidad de enseñar a escribir textos académicos, corresponde en sentido general a la academia en todas las disciplinas. Tradicionalmente, se ha creído que enseñar a leer y a escribir en la universidad corresponde únicamente a los profesores del área de español; sin embargo, las investigaciones han demostrado que la lengua escrita presenta características muy particulares, dependiendo de cada disciplina. Por lo que, nos corresponde a los docentes de Derecho, enseñar a escribir los diferentes géneros que se producen en nuestra carrera.     

Daniel Cassany (2011) entiende que "escribir significa mucho más que conocer el abecedario, saber juntar letras o firmar el documento de identidad". Esto quiere decir, ser capaz de expresar la información de forma coherente y correcta para que la entiendan otras personas. Significa entonces que, si revisamos los textos escritos por los estudiantes, puede evidenciarse que muchos de ellos no planifican sus ideas antes de escribir, es decir; pensar en el lector al elegir el tema, organizar las ideas para saber cómo expresarlas y, de igual modo, tener claridad sobre el aporte de sus escritos a la comunidad académica.

Por falta de conocimientos sobre el proceso de pre-escribir, escribir y re-escribir, se dificulta la comprensión de su texto; es decir, no logran comunicar claramente ni persuadir al lector. Por consiguiente, debemos motivarlos con buenas herramientas para completar las fases siguientes: 1. Planificar la producción textual, donde especifiquen lo que desean escribir, qué saben del tema, para qué y para quién escriben. 2. Producir el texto, plasmando las ideas en borradores, los cuales releerán y modificarán, hasta lograr que el texto se acerque al género que se escribe. 3. Revisar el escrito y Editar el texto hasta que llene sus expectativas. Posteriormente, se les invita a las fases 4 y 5, relativas a la presentación oral en el aula y reflexión y análisis de resultados, donde se revisa y coteja el texto a través de los criterios de evaluación.  (Modelo Didactext 2003).

Enseñar a nuestros estudiantes de derecho el proceso de escritura y alcanzar los propósitos deseados, requiere presentar en el aula de forma escrita una buena consigna y una lista de cotejo para su evaluación, de tal manera que los oriente y les dé confianza para producir el texto. Es importante, analizar cada documento entregado, motivándolos a dar sus pareceres, de forma individual o grupal, oral o por escrito, en cuanto a lo que han entendido respecto de lo que se les está requiriendo sobre los modos posibles de resolver la tarea, las dificultades que pueden presentarse y las alternativas para su resolución. Estos criterios los pueden externar y contrastar con los que les hemos propuesto.

Asimismo, en la academia y en las diferentes disciplinas debemos establecer de forma inequívoca el método de evaluación de los textos, formato, tiempo para entrega, dividido en   etapas para revisión   periódica. Esto implica asignar los temas al inicio del semestre, sugiriéndoles elaboración de planes, bosquejos o borradores previos a la versión definitiva, que comentaremos por escrito. Para esto, es recomendable facilitarles un modelo del texto que escribirán; pero antes, el docente debe escribir un texto similar, para así saber si el tiempo que requiere y el nivel de dificultad está en proporción con sus habilidades.

A modo de cierre, podemos decir que los docentes tenemos una gran tarea por delante y es la de enseñar a los estudiantes a escribir textos académicos, incluyendo a los de la carrera de Derecho. Pero es de reconocer, que se trata de una ardua labor, el motivar a los estudiantes a leer, releer, escribir, modificar, borrar, volver y volver sobre lo escrito…en fin; lograr que apliquen las técnicas y estrategias sobre el proceso de escritura, tomando en cuenta la consigna; que mejoren la gramática y el léxico, alcanzando la coherencia necesaria para que el lector mantenga el interés en la lectura y saque provecho de la misma. Todo esto dependerá de cuánto reflexionemos con los estudiantes acerca de su proceso como escritores, entendiendo que los buenos escritores se hacen. Estos no se conforman con escribir sin vivir el proceso y sus fases, conscientes de que es el único medio de desarrollar aptitudes, habilidades y actitudes. Sin embargo, a pesar de lo laborioso que resulte, nos corresponde presentar buenas consignas y una lista de cotejo que permita efectuar una buena evaluación, dándoles el suficiente tiempo para desarrollar todas las fases de la escritura, Solo así cumpliremos con el deber que nos corresponde como docentes: enseñar a nuestros estudiantes a escribir textos académicos o jurídicos, como una manera de formarlos para que transformen nuestra sociedad, convirtiéndose estos en mejores personas, profesionales y, por ende, sobresalientes ciudadanos.

29 de mayo
¿Por qué nos cuesta tanto escribir?

​                

Marinés Velázquez Crespo es egresada de la carrera de Administración de Empresas de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra y labora como Encargada de Difusión en el CEDILE-PUCMM.


¿Por qué nos cuesta tanto escribir?

Muchos asumen que dominamos la escritura desde la escuela primaria, cuando copiábamos del libro al cuaderno decenas de palabras, sin comprenderlas ni ser cuestionados al respecto. Sin embargo, parece increíble que una tarea que aparentemente sabemos hacer desde nuestra niñez, nos resulte tan compleja llevarla a cabo de adultos. Y es que la escritura es un arte, y como tal se construye con la práctica. La misma exige esfuerzo, constancia, y disciplina. El escritor polaco Isaac Bashevis Singer (1991), expresa al respecto que "…no hay milagros en la escritura: sólo trabajo. Es imposible escribir un buen libro con solo llevar una pata de conejo". Pues los buenos escritores no nacen producto de la suerte, sino de trabajo arduo y perseverancia.

Cuando escribimos, no se trata solo de colocar palabras al azar y sin sentido en un papel, además de poder plasmarlas; debemos de seguir una estructura, un proceso, mantener el hilo conductor en el texto, escribir con un propósito. En este sentido, Cassany (1995), expresa que "escribir significa mucho más que conocer el abecedario, saber juntar letras o firmar el documento de identidad. Quiere decir ser capaz de expresar información de forma coherente y correcta para que la entiendan otras personas". Son muchos los elementos que debemos de tomar en cuenta al momento de redactar un escrito, los conocimientos previos con los que contamos y nuestro contexto social, juegan un papel fundamental para producir un texto de calidad. Así lo expone Álvarez Angulo (2010), citando a Hayes (1996):

El éxito en la escritura depende de una adecuada combinación de condiciones cognitivas, afectivas, sociales y físicas, porque escribir es un acto comunicativo que requiere de un contexto social, además de una serie de procesos cognitivos de memoria en el quehacer de planificar, escribir y revisar.

¿Por qué nos cuesta tanto escribir? Muy claro lo dice el viejo refrán "la práctica hace al maestro". Además de que la escritura es un proceso, y como tal requiere de unos pasos a seguir; asimismo es un arte que se perfecciona con la práctica. Y es que Beethoven, Mozart y Vivaldi, no nacieron genios en la música, se convirtieron en pilares con la práctica a través del tiempo. De igual forma, a medida que vamos practicando la escritura, adquirimos experiencias, desarrollamos habilidades y destrezas, que poco a poco nos van facilitando este proceso creativo. Así lo confirma la Dra. Emilia Ferreiro (2001), al afirmar que "La única manera de aprender a escribir es escribiendo".

Escribir como proceso, con la profundidad, criticidad y análisis que esto requiere, es una práctica a la que no estamos acostumbrados y que, posiblemente desconocemos; cuando nos toca enfrentarnos, padecemos del síndrome de la hoja en blanco. Me refiero a esa parálisis psicológica que nos invade a la hora de comenzar un trabajo escrito desde cero, lo cual no es más que una reacción de nuestra mente ante lo que no es un hábito en nosotros.

En definitiva, nos cuesta escribir porque la práctica es lo que hace al maestro, y también, la que nos lleva el éxito. Pues los buenos escritores no nacen producto de la suerte, sino de un trabajo arduo y persistente. Los escritores no nacen, se hacen. En ese sentido, es importante al iniciar un escrito planificar lo que deseamos escribir, buscar información, organizar las ideas, jerarquizarlas, escribir varios borradores y revisarlos una y otra vez, hasta que hayamos logrado nuestro objetivo.

29 de mayo
El tutor: guía, apoyo y estímulo para la escritura procesual académica

               

 Víctor Radhamés Martínez es egresado de la carrera de Comunicación Social de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra.


El tutor: guía, apoyo y estímulo para la escritura procesual académica                                        

 

Una de las definiciones que establece la Real Academia Española para la palabra ''acompañar'', es la de existir simultáneamente con una cosa (dle.rae.es).  Esta descripción del término, un tanto filosófica, llevada al contexto de la escritura académica y más específicamente al proceso de acompañamiento de estudiantes tesistas, refuerza el rol del tutor como figura de apoyo que estimula mediante el diálogo crítico, reflexivo y horizontal, la comprensión y producción del texto. A su vez, dicha figura viene a fortalecer la labor que se realiza en las aulas en materia de pensamiento y construcción escrita.

El proceso de acompañar trabajos de investigación de grado consiste en intercambiar de manera horizontal ideas, reflexiones, observaciones, correcciones y pareceres que asumidos por el estudiante tesista, mejoran la producción escrita del documento. Cada una de estas puntualizaciones cumple múltiples funciones reflexivo-didácticas: primero, evaluar de forma consciente la pertinencia de ciertas normas de construcción textual para que el escrito tenga valor en el contexto académico; segundo, estimular el empoderamiento estudiantil de la escritura académica como medio de expresión y legitimación discursiva en la universidad. Por medio de ambos procesos en constante retroalimentación, el estudiante ve transformar tanto su escrito como su forma de confrontar el proceso de escritura.

Dicho acto de acompañar, como forma de existir simultáneamente con el estudiante desde el apoyo a la redacción del texto, mejora el aprendizaje del género tesis desde distintas vías: una personal, en la que el estudiante percibe en el tutor una figura que si bien sirve de apoyo y guía para la mejora del trabajo, no se constituye en voz de autoridad inquebrantable cuyas órdenes se acatan sin objetar; y una didáctica, que facilita de manera crítica y reflexiva una serie de contenidos referentes a la lingüística que aplicados al trabajo, mejoran exponencialmente su comprensión. Ambos aspectos, incorporados a la práctica de la tutoría, generan una atmósfera de aprendizaje horizontal.

A su vez, el trabajo de acompañamiento con el estudiante fortalece el acercamiento de este con el género discursivo tesis. Este último puede entenderse como la tipología textual que da forma estructurada a un proceso de investigación que se lleva a cabo al finalizar la trayectoria académica. En muchos casos, el estudiante se siente inseguro sobre la manera más idónea de llevar sus conocimientos, inquietudes e intereses investigativos al modelo de escritura consensuado por la universidad para trabajos de este tipo. Por tanto, contar con tutorías centradas en la comprensión justificada de los elementos que componen el género (Título, Introducción, Marco Teórico, Marco Metodológico, entre otros), expande significativamente los canales por los que el tesista, en tanto autor, sitúa su producción para en el trayecto, descubrir el verdadero sentido de lo que estudia (Creme y R. Lea, 1997).

La figura del tutor cumple las funciones de apoyar, facilitar y esclarecer contenidos de forma y fondo para que tanto la producción como la reflexión en torno a lo que se escribe, se realicen con mayor grado de consciencia. De igual forma, este método de aprendizaje teórico-práctico enriquece el trabajo que se realiza en el aula para que el estudiante escriba. 

Por esto, es bueno que tanto la universidad como sus actores otorguen relevancia a los espacios alternativos de aprendizaje que refuerzan de forma comprometida el desarrollo de facultades que, consolidadas con la labor de clases, contribuyen a la formación de profesionales con mayor sentido del trabajo y, por tanto, de la disciplina que los acoge. 

22 de mayo
¿En quiénes reside la responsabilidad de enseñar a escribir textos académicos?

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El profesor Jesús Polanco, se desempeña como docente en el área de Historia en el Departamento de Estudios Generales. El título de su ensayo es "¿En quiénes reside la responsabilidad de enseñar a escribir textos académicos"? El mismo, se redactó siguiendo las fases del proceso de escritura, por lo que el profesor presentó varios borradores hasta estar satisfecho con lo que quería comunicar. Estos borradores fueron revisados por sus compañeros y la facilitadora del curso taller.

 

¿En quiénes reside la responsabilidad de enseñar a escribir textos académicos?

Jesús Polanco

A la luz del planteamiento de Cassany, (1993) de que practicar la escritura ayuda a aprender mejor, se puede asegurar que: todos los docentes de un centro de educación superior y particularmente los adscritos al departamento de Estudios Generales, es a quienes corresponde en mayor grado, enseñar al estudiantado a escribir textos académicos. En tal virtud, ha de entrenarse a los académicos o profesores y crear una estructura institucional organizada para tales fines. Pues, si Estudios Generales, es la puerta de entrada a las actividades académicas en esta universidad, es lógico pensar en la implementación de un programa bien concebido para el entrenamiento de los docentes, que sirva como base para orientar a los alumnos con el rigor de lugar, acerca de las estrategias cognitivas, los métodos, técnicas y recursos lingüísticos necesarios para escribir ensayos y otros tipos de textos.

La producción de textos o el fomento de la escritura constituye un aspecto esencial en la vida académica. (Jiménez, 2013). Tomando como eje ese razonamiento, debemos incentivar la producción escrita, tanto en los profesores como en los estudiantes. Si esa práctica se sistematiza, de seguro habrá un desempeño más eficiente en el proceso de estudio e investigación; tanto en la etapa de estudiante como en el ejercicio profesional.

En relación a los profesores, adquirir destrezas para escribir textos académicos, los dota de competencias que aumenta la eficacia de su desempeño, así como su autoridad frente a los estudiantes. (Cartolari & Carlino, 2009). Bajo ese enfoque, podemos asegurar que la escritura solidifica la formación profesional y permite a los docentes proyectar sus horizontes intelectuales; lo que posibilita la creación de un legado tangible para las presentes y futuras generaciones. La pertinencia de continuar desarrollando talleres y otros mecanismos en esa dirección, debe tener prioridad con seguimiento o monitoreo permanente en la universidad.

Dado el papel y la influencia que ejercen los profesores en los estudiantes es ineludible el compromiso de enseñar a escribir desde todas las áreas disciplinares impartidas fundamentalmente en Estudios Generales. Sin lugar a dudas, el involucramiento de todos los actores en el proceso de la escritura, ha de producir un salto cualitativo, orientado al logro de la excelencia académica. Obviamente, que la asunción de la producción escrita como parte de las estrategias de enseñanza y de aprendizaje deben repercutir favorablemente; ya que la actividad escrita perfila el desarrollo cognitivo o científico. También estimula el desarrollo intelectual, pues contribuye con la organización del pensamiento, (Salgado, 2014). Con esa orientación, y potenciando el desarrollo del pensamiento reflexivo podemos valorar la pertinencia del planteamiento para disminuir las debilidades que se ponen de manifiesto en el uso adecuado de la comunicación escrita en el nivel superior. Además, con esa práctica impulsamos la capacidad de análisis y de síntesis; así como la posibilidad de elevar el dominio lingüístico (Martínez, 2003). Siguiendo la línea del citado autor, los sujetos envueltos en el proceso de escritura estamos en mejores condiciones para orientar e instruir a los estudiantes en la producción escrita, de igual manera, en el uso adecuado del lenguaje como instrumento de comunicación en contextos diversos, entre otras ventajas.

A fin de convertir la escritura en una cultura académica en la universidad, (García, 2011) es necesario dejar claramente establecido que en los docentes que imparten asignaturas en Estudios Generales, descansa la mayor responsabilidad de orientar, dirigir y concretar esos objetivos y metas. Una condición fundamental es que, si se provee a los estudiantes de herramientas metodológicas, técnicas y estrategias precisas, con consignas también precisas de lo que hay que hacer y cómo hacerlo, es seguro lograr resultados positivos en alto porcentaje. Bajo esas premisas, en un mediano plazo los resultados tienen que evidenciarse con el éxito de los estudiantes, en el ámbito del conocimiento y la ciencia, así como en la adquisición de altas competencias que lo habilitarán con un mejor perfil, tanto dentro de la academia como en la sociedad. No obstante, es imprescindible que la institución se aboque a un proceso de replanteamiento de algunos insumos que son necesarios para la conducción del proceso educativo, con los estándares que exige el nivel superior. Por ejemplo, repensar los programas de las asignaturas sería un buen punto de partida para impulsar un proceso de escritura sostenible.

21 de mayo
El arte de confeccionar la escritura

 "El arte de confeccionar la escritura" fue escrito por el tutor Jonathan Manuel García, quien tiene la función de acompañar el proceso de escritura de los informes profesionales a estudiantes que finalizan su carrera en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra. Una de las tareas asignadas en su formación como tutor consistió en la escritura de un ensayo expositivo, el cual fue revisado por sus compañeros y por el Equipo Técnico del CEDILE.

«La redacción es al escritor, como la confección, al costurero».

Jonathan Manuel García

El arte de confeccionar la escritura

Para nadie es un secreto que al momento de redactar un texto, sobre todo, en el contexto universitario, a los estudiantes se les presentan muchas dificultades desde no saber cómo empezar a escribir sus primeras ideas hasta cambiar una y otra vez lo que plasman en sus escritos.  Por tal razón, la escritura es un proceso complejo, porque se ponen en juego diversas actividades mentales que permiten reconocer las reglas de ortografía, las de puntuación, las sintácticas, la estructura del texto, el registro del lenguaje, es decir, dominar el código. Asimismo, se describe como una actividad lenta que lleva tiempo, dedicación y paciencia mediante una ejercitación que se desarrolla de forma recursiva y lleva a rehacer una y otra vez los textos (Cassany, 1995). Por consiguiente, ante un proceso tan complejo como el arte de la escritura se hace imperante contar con el apoyo de un tutor que pueda brindar asesoría y acompañamiento a los estudiantes tesistas.

El estudiante tutor al momento de acompañar a un estudiante tesista en la redacción de sus escritos, debe tomar en cuenta tres etapas esenciales: planificación, redacción y revisión del texto. Estas se alternan e influyen durante todo el proceso de la redacción de ese género discursivo denominado trabajo final de grado. En la primera etapa, el estudiante tesista se interroga a sí mismo acerca de lo que necesita saber, los recursos que va a usar, las fuentes de investigación, el registro lingüístico que debe utilizar, etc. Además, en esta fase se ha de pensar qué se va a decir, cómo se va a decir y en qué momento debe decirse. Así se evita el defecto que señalan Bereiter y Scardamalia (1987): «El egocentrismo, característico de los escritores novatos». Desde que el estudiante tesista sabe lo que quiere decir y cómo debe decirlo se le hará mucho más fácil pasar a la siguiente etapa del proceso de escritura: la redacción del texto.

En la segunda etapa, el estudiante tesista empieza a escribir y, en ese proceso de redacción, toma en cuenta una serie de pautas orientadas por el estudiante tutor tales como los mecanismos de coherencia, cohesión, intencionalidad, aceptabilidad, informatividad, situacionalidad, intertextualidad, adecuación, efectividad y eficacia del texto que se escribe. Ello viene a coincidir con los postulados de la lingüística del texto, tales como: la coherencia y la cohesión textuales, en cuyos fenómenos tienen utilidad los conectores lógicos y los organizadores textuales, con sus formas y valores correspondientes, los deícticos y los modalizadores discursivos. (Álvarez, 2005). Todo lo anterior amerita tomarse en cuenta al momento de redactar cualquier escrito, sobre todo, los trabajos finales de grado, por lo que la presencia del tutor se hace necesaria para estos fines.

La tercera y última etapa consiste en revisar el texto, verificar todas y cada una de las partes redactadas por el estudiante tesista.  Sampedro (2005) en Escribir es vivir afirma que: «El escritor, como la vaca, observa, rumia, transforma, convierte en sí mismo; escribe con lo que es: hace y se hace». Por lo tanto, tener que tachar, quitar, agregar y hacer varios borradores es una técnica válida para llegar a la perfección de lo que se escribe. En esta última fase, el rol del tutor consiste, principalmente, en identificar los avances y dificultades textuales en los que haya incurrido el tesista de modo que se destaquen los primeros y se busquen resolver los segundos.

En otras palabras, se trata del saber hacer de una actividad de vuelta al texto. Por esta razón, el tutor en esta última etapa procura llevar al estudiante a la reflexión de que quitar y agregar ideas a su texto es una práctica muy común al momento de redactar un escrito que resulte lo suficientemente claro y coherente.

En definitiva, es necesario entender que la escritura es un proceso, de ahí la necesidad de contar con un tutor que funja como orientador en esta actividad compleja que requiere de mucha concentración y dedicación. Asimismo, es importante que los estudiantes tesistas entiendan que el acompañamiento de los estudiantes tutores tiene como objetivo principal asesorar y facilitar herramientas que les permitan redactar sus trabajos finales de grado con la mayor calidad posible. Además, es de sumo interés reconocer que, en ese proceso de planificación, redacción y revisión del texto, no se persigue solo mejorar lo que se escribe, sino también a quienes lo escriben. Y es que no existe una mejor manera de aprender a escribir que no sea escribiendo, pero con la ayuda de alguien que nos guíe en cada una de las etapas susodichas.

 

1 de mayo
La enseñanza de la escritura de textos académicos en el Ciclo de Estudios Generales

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El profesor Daniel Domínguez, se desempeña como docente en el área de Historia en el Departamento de Estudios Generales. El título de su ensayo es "La enseñanza de la escritura de textos académicos en el Ciclo de Estudios Generales" El mismo, se redactó siguiendo las fases del proceso de escritura, por lo que el profesor presentó varios borradores hasta estar satisfecho con lo que quería comunicar. Estos borradores fueron revisados por sus compañeros y la facilitadora del curso taller.

 

La enseñanza de la escritura de textos académicos en el Ciclo de Estudios Generales                                               

Autor: Profesor Daniel Domínguez Luzón

La producción de textos académicos requiere de competencias discursivas y comunicativas en las que normalmente los estudiantes presentan problemas. Estas dificultades son arrastradas desde los primeros niveles de la escolaridad, debido a que no se orientan de forma adecuada los procesos de escritura. En el ingreso a la universidad, los estudiantes se enfrentan a una cultura académica, que les demanda el manejo de procesos de escritura de tipologías textuales desconocidas y el dominio de contenidos complejos. De hecho, la escritura como tal es un fenómeno complejo, debido a que integra numerosas habilidades cognitivas, pero al mismo tiempo, según Álvarez, (2010) "es una de las herramientas más poderosas a disposición del ser humano, en cuanto que nos permite comunicarnos, persuadir a otros y transmitir conocimientos e ideas, de manera particular cuando estas atribuciones aparecen en las demandas de escritura en los ámbitos académicos". (p. 1)

La enseñanza de la producción escrita de los textos académicos en la universidad se ha percibido tradicionalmente como una tarea exclusiva de los especialistas del área. Los docentes de otras áreas solemos esperar que los estudiantes sepan manejar por sí mismos grandes cantidades de información de las asignaturas que impartimos, que escriban ensayos, informes de lectura, comentarios, resúmenes, en fin, que respondan a través de la producción escrita a nuestras expectativas académicas de forma correcta. Como docentes del Ciclo de Estudios Generales nos limitamos solo a enseñar el contenido conceptual y fomentar el desarrollo de las competencias específicas de nuestras asignaturas; sin embargo, somos constantes en expresar nuestras quejas por las marcadas deficiencias que muestran los alumnos en la producción escrita sobre todo, cuando los sometemos a procesos de evaluación. De igual modo, Nigro, (2006) docente especialista en Ciencias del Lenguaje se hace eco de las quejas y la ausencia de iniciativas de los docentes para enfrentar esta problemática, por lo que afirma: "Los profesores universitarios nos quejamos constantemente de lo mal que escriben nuestros alumnos, de que no respetan las consignas, de que no leen comprensivamente. Sin embargo, la brecha entre la escuela media y la universidad no se salva con la mera queja". (p.120)

Es importante resaltar en torno a la responsabilidad y el compromiso que debemos asumir como comunidad universitaria las preguntas que, sobre la problemática que nos compete formula la investigadora Carlino, (2003) quien es muy clara y contundente en sus planteamientos: "¿Pueden nuestras universidades seguir ajenas a esta problemática? ¿Continuarán las quejas de lo mal que leen y escriben los estudiantes? ¿Persistirá la idea de que deberían ya poder realizarlo solos? ¿Se seguirá culpando por lo que no ocurre a niveles anteriores del sistema educativo? ¿Se mantendrá la creencia de que leer y escribir conciernen sólo a los especialistas, por ejemplo, dentro de un taller inicial contemplado en algunas instituciones? (p.121) A partir de estas reflexiones de la especialista Carlino, se puede colegir que la enseñanza de la producción escrita de los textos académicos en la universidad se convierte en un compromiso y una responsabilidad impostergable, sobre todo, en el desarrollo de las asignaturas impartidas en el Ciclo de Estudios Generales.  

Los docentes durante el proceso áulico de los estudiantes, además de preocuparnos por la enseñanza de los contenidos de las asignaturas que impartimos, debemos de ocuparnos de los procesos específicos involucrados en la producción escrita, de formular consignas de escritura de textos académicos de acuerdo con la tipología textual que se solicita y, de asignar sentido a la realización de los trabajos para evitar que los alumnos los consideren como un mero requisito formal de promoción. A partir de estas iniciativas podemos generar acciones que ayuden a los estudiantes autorregular su propio proceso de construcción de conocimientos a través de la escritura. Es evidente que, para que los estudiantes aprendan a regular su propio proceso de escritura y produzcan textos académicos de calidad, es necesario repensar la manera de cómo estamos impartiendo nuestras clases. Carlino, (2005) refuerza nuestros planteamientos al afirmar: "Es necesario que los docentes se ocupen de enseñar a planificar y a revisar lo escrito y ayuden a anticipar el punto de vista del destinatario, de modo que en este proceso no sólo se mejore el producto, sino que se guíe a sus autores a poner en práctica el escribir como herramienta para pensar los contenidos de cada materia". (p.74)

En consecuencia, consideramos que la enseñanza de la producción escrita de los textos académicos en el Ciclo de Estudios Generales, se presenta como una responsabilidad ineludible para los docentes, sin importar las asignaturas que impartamos. Insistimos en señalar, que la enseñanza de la producción escrita de textos académicos es una herramienta imprescindible en el proceso de enseñanza aprendizaje en todas las asignaturas de este Ciclo. Todos los docentes estamos comprometidos a crear situaciones que convoquen a los estudiantes a trabajar para producir, reflexionar y también, volver a actuar sobre sus producciones escritas. Los docentes universitarios debemos plantearnos como hipótesis de trabajo, que nuestra calidad académica a la que aspiramos en el ejercicio profesional, debe estar indisolublemente ligada a que los estudiantes se conviertan en escritores competentes y eficaces durante su proceso de formación académica. Por lo tanto, es necesario que incluyamos en nuestra planificación educativa, estrategias y actividades que ayuden a nuestros estudiantes a escribir mejor, de manera que esta práctica se constituya en una herramienta de construcción de conocimiento y de aprendizaje, de los contenidos relacionados a la producción de géneros discursivos, atendiendo a cada área disciplinar.